Por Natalia Sternschein, con la colaboración de Grisel El Jaber
Si hiciéramos aquí un primer sondeo podríamos inferir con un alto grado de certeza que la primera respuesta entre docentes y directivos sería no. Sin embargo, creemos que más que una acción colectiva, la decisión de incluir o no a los alumnos en nuestro espacio de Facebook es más que nada personal y en ese sentido, no es nuestra intención plantear si está bien o mal (porque no es algo que a priori pueda determinarse) sino reflexionar sobre las posibilidades y recaudos a tener en cuenta a la hora de tomar una decisión.
Queremos aclarar que antes de escribir esta nota, nosotros mismos nos pusimos a discutir, ¿cómo decirlo?, acaloradamente. El debate abrió un conjunto heterogéneo de dimensiones y los cuestionamientos han sido varios: ¿Cómo los alumnos van a ser nuestros “amigos”? Destacamos aquí el entrecomillado porque sabemos que es un término un tanto pretencioso para designar a todos nuestros contactos en una red social. Se trata, en todo caso, de considerar estas comillas en la pregunta porque su formulación condiciona la respuesta. A nadie se le ocurriría pensar a nuestros alumnos como amigos en el sentido literal, no obstante, sí es factible considerarlos en términos de contactos.
Otro de los momentos candentes tuvo su pico de rating cuando uno preguntó si convenía que los alumnos accedieran a nuestra información personal, a nuestras fotos, comentarios propios y ajenos concernientes a nuestra vida “privada”. Pedimos disculpas por la insistencia de comillas, es que justamente el concepto de lo privado rankea en los primeros puestos de la agenda de debates TIC y por el momento, su definición está más cerca de lo inacabado, de lo inestable que de lograr una clausura última del término. Y nosotros, que no queremos ser menos, vamos a proceder a su abordaje para poder desde aquí retomar la pregunta del título.
Primera cuestión: ¿Cuando subo a Facebook información sobre mi vida (fotos, gustos, intereses, etc.), dicha información sigue siendo privada?
Segunda: Uno podría decir que la información que se comparte, solo la ven los contactos personales. Sin embargo esto no es así. Facebook tiene un sistema de configuración de la privacidad que la mayoría desconoce. En general, se aceptan las configuraciones preestablecidas por esta red social que más que cerrar la información a círculos íntimos la expande por toda la red. Esto es, cualquier desconocido tiene la posibilidad de acceder a nuestro perfil y a nuestras fotos a menos que nosotros, intencionalmente hayamos configurado la herramienta para que esto no ocurra, determinando qué información quiero hacer visible y cuál no y a quiénes dentro de las limitadas opciones que me presenta esta red. Conclusión: es necesario conocer las posibilidades que nos brinda Facebook para tener un mayor dominio de la información que subimos y compartimos, sin olvidar que una vez que uno publica algo, como bien refiere el término, lo hace público.
Tercera: La edad mínima –legal- para tener una cuenta en Facebook es de 13 años aunque esto sea transgredido hasta por niños de nivel inicial. Dado que estamos con estudiantes de escuelas secundarias, este tema casi estaría resuelto, salvo por los pocos que aún tengan 12 al momento de su ingreso. Dicho esto, es necesario advertir que los alumnos siguen siendo menores de edad y en ese sentido hay que tener en cuenta los mismos recaudos que se emplean en el ámbito físico de la escuela. Ustedes dirán: “sí, pero en la escuela no se pueden publicar fotos de los alumnos sin el consentimiento de los padres y en Facebook son los propios chicos los encargados de subirlas sin ningún tipo de autorización de sus adultos”. ¿Qué pasa si a un docente le aparece en el muro una foto de un alumno o alumna que en el sitio de cualquier adolescente pasaría desapercibida pero en el contexto del espacio del docente provoca otro tipo lecturas sociales?
Aquí podríamos plantear dos temas. Uno es el legal que, evidentemente, en lo virtual todavía deja muchos vacíos que seguirán existiendo porque el avance de las TIC genera a cada instante nuevos escenarios y controversias que la ley no llega ni por asomo a cubrir. El otro tema, tiene que ver con el uso ético y responsable de la información que tanto alumnos como docentes deben conocer y acordar para lograr una convivencia respetuosa, determinando además qué contextos son válidos y cuáles no para desarrollar determinadas acciones que, en ocasiones, deben ser restringidas al ámbito de la vida privada.
Planteadas estas cuestiones y dejando otras tantas de lado -que pueden ser retomadas por ustedes- volvemos a nuestra pregunta inicial aclarando que en este abordaje no se tomó en cuenta el uso de Facebook con fines pedagógicos debido a que en estos casos, en general, se configura un espacio ad hoc, privado, con otras reglas que comentaremos en otro momento.
En definitiva, mis alumnos, ¿pueden ser mis amigos/contactos en Facebook? Aquí va una repuesta surgida de nuestro encendido debate: “Para mí, haber incorporado a mis alumnos me humanizó. Tengo muchas alumnas embarazadas que cuando se enteraron de que tenía un hijo, les cambió la percepción que tenían de mí, se produjo una transformación en la comunicación con ellas que a su vez influyó en el proceso de aprendizaje de lo curricular”. La primera reacción que tuvimos frente a semejante declaración fue pensar en lo paradójico que resulta que las tecnologías “humanicen”; pero esto es lo que sucede con los efectos imprevistos del uso de las TIC que por un lado plantean nuevos interrogantes y por otro, ponen de manifiesto situaciones preexistentes, conflictivas, que no han podido emerger (por distintas razones) en el contexto áulico.
Desde esta perspectiva, entonces, puede resultar positivo incorporar a los alumnos a nuestro Facebook, pero sabemos que eso no es todo. Hay otro tema, hay otros temas: cuando uno acepta que los alumnos ingresen a nuestro espacio en Facebook sin ningún tipo de restricciones, se ponen en juego otras cuestiones: si bien los comentarios que uno hace y las imágenes que uno sube se realizan en un espacio en el cual no ejercemos la docencia, no podemos dejar de considerar que, aun así, lo que hagamos tendrá repercusiones que trascienden la esfera de lo personal y en este sentido, no es lo mismo que estén presentes nuestros alumnos o no. Esto quiere decir que desde el momento en que dejamos ingresar a los alumnos, debemos ser concientes que nuestro espacio personal comienza a tener visibilidad para el “público” escolar y esto incide en el espacio profesional, entre otros. Es un tema de otra discusión pero evidencia que el mundo virtual no está escindido del físico.
En definitiva, habrá quienes estarán dispuestos a incorporar a sus estudiantes al Facebook personal y habrá quienes no, es una decisión de cada uno, lo que no se puede soslayar son las dimensiones que aparecen al momento de tomar una decisión. No se trata de tener el control absoluto de todas las variables (ni siquiera Orwell pudo garantizarlo al imaginar su Gran Hermano en “1984”) por el contrario, el objetivo es dar cuenta de la densidad de una trama en la que el movimiento de cada hebra genera repercusiones en todo el tejido.
Ahora sí, bienvenidos al debate.